Le pedís amor al lobo y calma al viento. Te vas descosiendo el corazón, esperando que alguien que no te puede querer te devuelva una mirada que te salve la noche.
Te entramás en historias que van de una sola mano y te consumís esperando tu turno, como un cigarrillo que se apoya en el cenicero sin haber sido pitado.
No sos feliz. Abrís más de dos libros por día, buscando la frase que tenga la llave. La letra de esa melodía que te diga por dónde, carajo, por dónde.
Te armás los mismos planes de siempre, que te devuelven desolado a tu casa, confirmando que no encontraste lo que buscabas. No es por ahí. No es por ahí.
Tu foto. Agarrá tu foto. Mirala. Mirate. No dejes de mirarte. Mirá tu mirada. Qué querés. Quién sos. No dejes de mirarte. Qué piden tus ojos. Que dicen tus ojos. No le bajes tu mirada. Tu foto. Es por acá. Quedate acá. Mirate y sentite
Baja las persianas y con una pequeña luz que te alumbre la cara, te vas a encontrar con vos. Haceme caso. Apagá todo. Quedate con vos. No te vayas. Agarra tu foto y mirate. Profundo. Hondo. Hasta el hueso. Con amor, hacelo. Tocala. Sentila. Sos vos. Qué querés. Qué necesitás. Qué te pasa. Dónde y cómo querés estar. Con quién y de qué forma.
Aferrate a lo real. A lo posible. ¿Es real?
No te apures. Todavía hay luz para alumbrar ese encuentro. Todavía hay luz. Y sobre todo tiempo. Porque este tiempo es el que tenés que amarrar a tu pecho. Tenés que frenar, antes de seguir sin saber dónde vas. Ir va cualquiera. Ir dónde vos querés es tu misión. No te bajes la mirada. Esa foto es tu fondo. Mirate. Qué hay en tus ojos. Qué te piden. Escuchá. Escuchate. Sentite, carajo y atrevete a ser quien sos. Dejá de hacer cosas que te ponen una y otra vez en lugares que te quitan el aire, te opacan el alma y te dejan vacío.
Volver. De eso se trata. Volver para seguir, sabiendo a dónde. La mano en el pecho, los ojos clavados en tu mirada, la respiración profunda y ahí sí. Ahí sí. Nadie se arrepintió nunca de ir en la dirección de sus pies. Movete en la dirección de tus latidos. De esa foto.
No dejes de mirarte. Sos vos. Y te estás hablando. Escuchate y animate. Animate a vivir según tu mirada. Según tus deseos. Según tus anhelos.
Date la oportunidad que le das los demás, de estar para vos. De responder a tu propia llamada.
No bajes la mirada. Todavía hay luz que te alumbre.
Todavía hay tiempo.
Todavía podés empezar otra vez.
L. Pronsky